“Supongamos incluso que el correo de mañana traiga una penosa noticia: el estallido de
la insurrección fue reprimido una vez más. Exclamaremos entonces, una vez más: ¡Viva la
insurrección!”
Lenin,
17 (4) de Octubre de 1905.
De héroe a villano en apenas unos
días, el primer ministro griego Alexis Tsipras ha pasado de ser
la gran esperanza de la izquierda europea a una copia de Anakin
Skywalker en La venganza de los Siths.
Todas las ilusiones depositadas en la
lucha de David contra Goliath se han desvanecido con la aceptación, por parte del gobierno encabezado por Syriza, de las leoninas
condiciones de la Troika. Menos mal que nos queda Obi Wan Varoufakis
para mantener al menos una pizca de sueños en el futuro.
Pero es un buen momento, más allá de
los paralelismos frikis, de pararnos a reflexionar y ver qué enseñanzas podemos sacar de estos días en los que estábamos más
pendientes de lo que sucedía en Grecia que de cualquier otra cosa.
Mi tesis de partida pasa por reconocer
que, pese a todo lo que quisimos imaginar, era imposible que el
gobierno griego pudiese plantarle cara a la Unión Europea (quizás
podía haber peleado más, pero nunca sabremos el contenido real de
las reuniones en que se trató el asunto). Un desplante con su
posterior salida del euro, en las condiciones actuales (esto es
importante, ¡en las condiciones actuales!) hubiese conducido a un
levantamiento violento en el país heleno, debido a la injerencia
europea, desarrollando un bloqueo económico, si no reconocido al
menos si de facto, y estadounidense, motivado en este caso por el
obligatorio acercamiento que Grecia habría tenido que desarrollar
hacia Rusia (y quizás China), que haría tambalear el equilibrio
geoestratégico del Mediterráneo. Además no olvidemos el papel
ejemplarizante que se le ha querido aplicar a Syriza durante todo el
proceso, que parece obvio que se habría recrudecido en el caso de no
aceptar las medidas por miedo de los países centrales de la UE de
que pudiese servir de guía a Portugal, España, Italia...
Que nadie se llame a engaño, el
domingo del referéndum estaba bailando
Sirtákis
para celebrar la
victoria, colgué artículos de apoyo a Syriza y mandaba a callar a
todos cada vez que salía una noticia griega en la tele... pero los
acontecimientos posteriores hacen necesaria una reflexión.
La
opción de admitir que Tsipras es un traidor y que se ha vendido a
los grandes poderes financieros sienta bien, nos permite de alguna
manera relajarnos y esperar a que llegue alguien que no se venda y
que, este sí, hará la Revolución. Pero por desgracia pienso que no
es así.
Creo
que el problema viene de mucho más atrás y no se ha sabido perfilar
la estrategia adecuada capaz de adecuarse a la situación concreta, y
tenemos que abrir este debate porque hay posibilidades de que en
otros países, incluso en el nuestro, en el medio plazo tengamos una
situación parecida.
Veamos
de dónde venimos para ver dónde estamos. En las últimas décadas las
fuerzas políticas socialdemócratas y las de izquierda
transformadora, además de los sindicatos, se adecuaron a una táctica
de colaboración social que ha terminado por convertirse en su
estrategia única. En su inicio tuvo su sentido, ya que en la
correlación de fuerzas existentes permitía un desarrollo del estado
del bienestar, permitía aumentar el nivel de vida de la clase
trabajadora con un grado mínimo de enfrentamiento, alguna Huelga
General, movilizaciones... pero, tenemos que reconocer, de baja
intensidad. Existía un pacto histórico desde el final de la II
Guerra Mundial entre el Capital y el Trabajo. El problema actual es
que ya hace varios años que los representantes del Capitalismo han
decidido romperlo y pasar a la ofensiva, acabando con los rasgos
distintivos del estado del bienestar y de paso, arrinconando a los
sindicatos y a la izquierda transformadora
El papel histórico de la
socialdemocracia ha sido administrar este pacto entre clases, su
objetivo no es representar a los trabajadores, si no hacer de puente
entre las distintas clases dentro de una economía capitalista
regulada. En este sentido (esto es mucho más visible fuera del
estado español, ya que la dictadura franquista y el apoyo al PSOE
por parte de la socialdemocracia alemana(!) aceleraron este proceso)
estos partidos pasaron de ser organizaciones de masas a convertirse
en aparatos fuertemente burocratizados, muy integrados en el aparato
estatal, que pusieron los cimientos de la aparición de una nueva
élite política (o casta, como está de moda llamarla ahora).
Cuando los propietarios capitalistas
optan por romper el pacto mencionado, la socialdemocracia se
encuentra en un callejón sin salida, integrados como estaban en el
aparato estatal comienzan una espiral descendente hacia el infierno
neoliberal, del que acaban aceptando sus postulados. Son precisamente
ellos los que más contribuyen a la desregularización, la
privatización y el desmantelamiento del estado del bienestar (por
recordar un caso patrio, la reforma del 135 del PSOE en connivencia
con el PP en condiciones de nocturnidad y alevosía). De hecho,
cuando los gobiernos socialdemócratas fueron mayoría por primera y
última vez en la historia de la UE, a finales de la década de 1990,
no se produjo cambio alguno en las políticas neoliberales de la
Unión Europea.
El nudo Gordiano de la socialdemocracia
en la actualidad es que las políticas keinesianas que defienden
violan los tratados y leyes que ellos mismos aprobaron; ahora mismo
se encuentra arrinconada entre las presiones de una revuelta social y
su fidelidad al neoliberalismo europeo
Y claro, como en esta vida todo es
dialéctico, este proceso también ha afectado a los partidos a la
izquierda de la socialdemocracia. En aquellos países donde han
entrado en coalición con la socialdemocracia se han convertido en
rehenes de las políticas neoliberales, por lo que han perdido su
capacidad en erigirse como una alternativa creíble, al no se capaces
de visualizarse como críticos coherentes con el sistema. El
surgimiento espectacular de Podemos en España el último año tiene
que ver mucho con esto, pero ha cometido el mismo error, en lugar de
constituirse realmente como antisistema y trabajar en la alternativa,
se ha amoldado al sistema, rebajando su discurso.
En el caso griego Syriza ocupó el
espacio socialdemócrata, vacío por el hundimiento del PASOK,
mientras que el KKE ocupaba el de izquierda revolucionaria. En ambos
casos se cumple lo anteriormente dicho: la nueva socialdemocracia,
incluso con voluntad de superación del neoliberalismo pero fiel a su
papel de mediadora entre las clases, no puede enfrentarse a la
voluntad capitalista; y por otro lado, la alternativa comunista no es
capaz de enganchar con el pueblo griego al nivel de convertirse en
opción de gobierno (históricamente el KKE se ha mantenido en
posturas ortodoxas y raramente ha pactado con la socialdemocracia,
pero su gran problema es el no haber construido una alternativa que
se considere viable para un nuevo modelo de país).
Parece bastante obvio que la izquierda
alternativa tendrá que buscar una reestructuración política, donde
debe jugar un papel clave el movimiento obrero, que de momento está
sumido en una crisis similar. Solo desde la conjunción del mundo del
trabajo, del sindicalismo, y de las fuerzas políticas
antineoliberales se podrá crear una respuesta real y coherente con
los retos actuales, y sobre todo, recuperar la hegemonía del
discurso de izquierdas.
El discurso en Grecia muestra
claramente lo que queremos decir sobre la hegemonía como bien
explica el siguiente texto: “Por ejemplo, la productividad
laboral había aumentado en Grecia el doble que en Alemania entre
1999 y 2009. Según las estadísticas de la OCDE (Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico), los griegos trabajan en
promedio muchas más horas al año que los noruegos (2.252 frente a
1.422) o los alemanes (1.430). Aunque algunos grupos profesionales
tienen una edad de jubilación temprana, las pensiones por jubilación
anticipada son tan bajas que casi nadie puede acogerse a ellas. Por
ejemplo, solo treinta o cuarenta de los 20.000 conductores de autobús
de Atenas han utilizado la teórica opción de retiro anticipado a
los 55 años. La verdadera edad media de jubilación en Grecia es de
60,9 años para las mujeres y 62,4 años para los hombres; más
elevada que en Alemania, donde los políticos de derechas no han
dejado de basarse en todos esos mitos. Las élites sociales y los
principales medios de comunicación afirmaron que los trabajadores
griegos se habían permitido privilegios carentes de toda base
económica. Y todo ello se está utilizando ahora como propaganda
para legitimar el ataque generalizado al Estado del bienestar,
mientras se protege al capital financiero”.
Los medios de comunicación de masas
están totalmente entregados a los poderes financieros, lo que
explica la cantidad de falsedades y mentiras que recibimos
continuamente, con la intención de condicionar nuestro entendimiento
de la realidad, es decir, la asunción del pensamiento dominante.
En todo este contexto nos encontramos
con que una fuerza política formada por socialistas de izquierdas y
comunistas escindidos del KKE llegan al poder tras varias elecciones
en pocos meses. Michael Hudson, profesor de la Universidad de
Missouri, decía lo siguiente que puede servir de marco a la
situación que se encuentran al acceder al poder institucional “La
Comunidad Europea está utilizando la crisis bancaria de las
hipotecas y la innecesaria prohibición de que los bancos centrales
inyecten capital para subsanar los déficits presupuestarios de los
Estados como una oportunidad para multar a los gobiernos e, incluso,
forzar su bancarrota si no aceptan reducir los salarios… «O te
sumas a la ofensiva contra los trabajadores, o te destruiremos», les
dice la CE a los gobiernos. Tal imposición precisa de una dictadura,
y el Banco Central Europeo (BCE) se ha hecho con el poder que antes
tenían los gobiernos electos. La nueva oligarquía financiera actual
celebra la «independencia» de este con respecto al control político
como un «dechado de democracia»… Europa está entrando en una era
de gobierno totalitario neoliberal”.
Tras tensar la cuerda, enfrentarse a
los postulados alemanes y convocar un referéndum, Grecia acaba
cediendo a las presiones y acepta un “acuerdo” con peores
condiciones incluso que las iniciales. La pequeña aldea gala
(helena) no es capaz de resistir al imperio. Como decíamos al
principio, las amenazas (que quizás nunca conoceremos, pero que
podemos imaginar) hicieron que al gobierno le temblaran las piernas y
se bajase los pantalones. Pero es que en el marco de juego era
imposible resistir, no había herramientas que permitiesen rebajar
las condiciones, más allá de la salida del Euro, con lo que ello
comporta. Y un solo país en Europa, sin el apoyo de alguna potencia
económica no puede jugar a eso. La recuperación del dracma traería
consigo en una primera etapa un empobrecimiento de la población, una
contestación a la política del gobierno, influida y amplificada por
la propia UE encabezada por Alemania y un muy posible levantamiento
(¿A nadie le pareció curioso que en las primeras propuestas de
Syriza no se tocase como sí pedía la UE el presupuesto de defensa?
¿No tendrá que ver con la amenaza del ruido de sables del que aquí
en España sabemos un poquito?), acompañado de un ascenso electoral
y social de la extrema derecha.
Juntándolo todo, la situación era
insostenible para el gobierno griego que, entiendo, no estaba
dispuesto a asumir el coste de la salida.
Este proceso nos enseña que en un
marco general el gobierno de una fuerza de izquierdas con voluntad
transformadora en el marco de la UE se encuentra con una serie de
condicionantes que conviene no despreciar, por ejemplo:
El déficit democrático. Este
punto ha caracterizado a la UE desde su nacimiento, pero se ha
acrecentado en los últimos años con los diversos tratados y leyes
aprobados. Como muestra podemos señalar el proceso de negociación
del TTIP en el que ahora mismo está inmerso el Parlamento Europeo y
como se está desarrollando (parlamentarios que no pueden conocer el
texto, negociaciones secretas...)
La constitucionalización del
neoliberalismo. El
neoliberalismo se ha convertido en el sistema económico de la UE, y
todas las decisiones están obligatoriamente supeditadas a él.
La irreversibilidad de la
legislación El proceso de
toma de decisiones de la Unión Europea hace que los principios que
acabamos de especificar sean prácticamente irreversibles. Aunque
todos los Estados miembro poseen una cierta protección
institucionalizada de las propias constituciones (por ejemplo, el
requerimiento de una mayoría cualificada, de dos tercios o tres
cuartos, para introducir cambios en la constitución), en la Unión
Europea es precisa la unanimidad para cambiar los tratados. Eso
significa que la posibilidad de modificar cualquiera de los tratados
de la UE en un sentido progresista mediante un proceso político
ordinario es casi inexistente. Un solo gobierno de derechas de un
solo Estado miembro puede impedirlo.
El euro como corsé económico
En cuarto lugar, la existencia
del euro, actualmente adoptado por 17 de los 28 Estados miembro,
supone para muchos de los países un verdadero corsé económico.
Mientras la economía y la productividad evolucionen de forma
distinta en los Estados miembro de la eurozona y no exista un
presupuesto significativo destinado a la reducción de las
desigualdades económicas, los países necesitarán políticas
monetarias distintas. Hoy en día, es Alemania, la «locomotora
económica» de Europa, la que más se beneficia de ello, con su
estrategia de salida de la crisis a través de la exportación.
Mientras tanto, los países más severamente afectados por las
deudas y la crisis (como Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, España
y Chipre) son los perdedores. Estos últimos no poseen una divisa
propia que puedan devaluar para abaratar las exportaciones y
encarecer las importaciones. Los países con un consumo interior más
elevado y menor competitividad se ven obligados a llevar a cabo una
llamada «devaluación interna», es decir, a incrementar la
competitividad mediante recortes salariales y disminución del gasto
público, lo que está ciertamente de acuerdo con el proyecto
neoliberal de la UE, pero resulta devastador para el desarrollo
económico y social de los países. Este corsé económico puede
contribuir, además, a generar contradicciones entre los intereses
de los trabajadores de países que requieren políticas económicas
muy diferentes.
Nos hallamos pues
en una situación paradójica en la que el “proyecto de paz de
la UE” representa hoy en día la mayor amenaza para la unidad
europea.
Un solo gobierno
nacional enfrentado a la poderosa maquinaria financiera y política
de la UE no tiene posibilidades de victoria, por lo que, visto a
posteriori, la estrategia Tsipras ha sido vana, y más aun sin tener
un plan B preparado para cuando fallasen (que iban a fallar) las
negociaciones.
Pensando en el
futuro e intentando extraer enseñanzas, la gran disyuntiva es si
podemos esperar que la UE se puede cambiar desde dentro, a través de
la suma de varios gobiernos con aspiraciones transformadoras y con
una amplia movilización social que los respalde y azuce. O si por el
contrario la única salida es que varios estados salgan del euro y la
UE y forzar la construcción de una nueva Europa social y solidaria.
En cualquiera de
los dos casos vamos a necesitar urgentemente la construcción de un
bloque social y político de movilización que sea capaz de dar
respuesta en las calles a las agresiones económicas, desarrollando
la solidaridad de clase (porque la pelea va a ser larga y dura,
necesitaremos de la unidad de las trabajadoras para resistir) e
ineludiblemente debe ser de carácter europeo, las luchas no son ya
nacionales si no, al menos, continentales. En el fondo no hay más
salida que acabar con la Paz Social, lo que tendrá sus costes,
seguro, pero la alternativa será mucho peor.
Murray Smith,
socialista escoces planteó “En cualquier escenario, el
movimiento obrero presenta una debilidad estructural que otorga
ventaja al gobierno y a las clases dirigentes. Dicha debilidad es
política, y consiste en la carencia de una alternativa creíble,
visible, al neoliberalismo”. Y aquí viene el mayor reto,
¿seremos capaces de construir esa alternativa creíble o seguiremos
enzarzados en zarandajas y tonterías? La alternativa será europea o
no será; será de la unión de todas las fuerzas enfrentadas al
sistema dominante, o no será; irá de la mano de la movilización
social o solo servirá para legitimar un sistema que cada vez está
más podrido.
El nudo gordiano
consecuencia de las políticas interclasistas solo podremos
deshacerlo cortándolo por la mitad, construyendo una política de
clase donde asumamos que la negociación ya no es posible, los de
enfrente han cerrado la puerta a ese camino. Pero para poder blandir
la espada necesitamos la fuerza de todos y todas.
Empieza el
Episodio IV, A New Hope, una nueva esperanza. Nos toca organizar a
todos los rebeldes en contra del imperio.